miércoles, 27 de junio de 2007

CUENTO INFANTIL

¡VAMOS A VOLAR...!

AUTOR: Jesús Manuel Canelón

Esta es la historia de un rollito de pabilo que pretendía subir al cielo, quería elevarse y juguetear en el aire, tal y como lo hacen las aves, pero..., no podía, muy a pesar de que hacía grandes esfuerzos para lograrlo. En muchas ocasiones se llenaba de gran alegría cuando pasaba la brisa soplando fuerte. Mas, terminaba llorando, muy triste, porque la brisa lo que hacía era arrastrarlo y lo dejaba todo deshilachado; además de sucio, ya que había mucho polvo por aquellos caminos.
En el bosque, se hallaban unas ramitas de una especie de bambú, las cuales, aquí en nuestra tierra, suelen serllamadas “verada”. Ellas crecían y crecían, tan sólo con el afán de poder estar en lo alto del cielo... ¡Querían volar!, pero, venía la brisa y muchas veces, sin querer, partía a las pobres veraditas que lloraban de tristeza, porque su fatal destino sería entonces secarse o ser comida de los pequeños animalillos del bosque... ¡ y mucho peor aún¡!, jamás podrían llegar a volar como las aves!.
Dentro de un viejo depósito de trastos viejos, había; entre tantos objetos una sábana, la cual, por lo deteriorada que estaba era el hazmerreír de todos los corotos de ese viejo depósito. Solían colocarle apodos tales como: “trapo viejo”, “coleto”, “andrajo” y “guiñapo”.
Nuestra vieja sábana sufría y lloraba mucho por tantas bromas de las cuales era objeto; además, al igual que el rollito de pabilo y las ramitas de verada, albergaba la esperanza de que algún día estaría volando en el cielo, tal cual lo hacen las aves.
Dentro de aquel viejo depósito, se encontraba también un pedazo de papel de seda; el cual sobró de alguna de las tantas fiestas de cumpleaños infantiles que se hubiera celebrado alguna vez, puesto que en aquella casa de campo habitaban muchos niños. “Papelucho” – como apodaban al papel de seda- era muy amigo de la sabanita, y, por supuesto, compartía con ella el sueño de un día poder volar y tocar el cielo.
Por esas cosas de la vida, uno de los niños de aquella casa de campo, quien no tenía muchos amiguitos, porque era nuevo en aquel caserío, decidió explorar el bosque. En su andar, no paraba de mirar al cielo, contemplando a las multicolores aves que volaban alegremente adornando el espacio y dejando sus bellas melodías en el aire.
Estando cerca de las matas de veradas, oyó un llanto, como él sabía que se hallaba solo, se asustó un poco, pero, luego de ver a su alrededor, notó que el llanto salía de cerca de la mata de veradas que estaba frente a
él; echó una mirada al piso y vio una espiga de verada que se había partido, y estaba tirada en el suelo, entonces le preguntó:
- ¿ Porqué lloras veradita?...
La veradita le respondió: “Porque yo quería crecer, crecer y así poder tocar el cielo, pero, pasó la brisa y me tumbó al suelo”.
El niño levantó a la larga espiguita de verada y la consoló diciéndole: “No debes de llorar, es mejor aprovechar el tiempo que pasas llorando, para buscar una solución y así lograr lo que deseas”.
La tarde ya daba paso a la noche, como el bosque podría ser algo peligroso a esas horas, el niño decidió regresar a la casa de campo, en sus manitas llevaba a la espiga de verada la cual se encontraba muy contenta porque ahora tenía un nuevo amigo.
Mientras el niño andaba de regreso por el camino, soplaba un fuerte viento, y entre la hojas secas y el polvo, se escuchaba un llanto, esta vez era el rollito de pabilo que una vez más había visto como la brisa se alejaba y lo dejaba de nuevo todo deshilachado, polvoriento, amarillento y sin poder tocar el cielo...
La verada, que estaba más animada, y el niño, le dieron frases de ánimo al Rollito de Pabilo que soñaba con volar: “ no llores, Pabilo, si bien no puedes tocar el cielo, por lo menos has encontrado dos amigos que no te abandonaremos”. El Rollito de Pabilo exclamó muy contento: “¡Es cierto, qué alegría, tengo dos nuevos amigos, la Verada y el niño!”.
He aquí, ahora el niño venía caminando con sus amigos, el Pabilo y la Verada; ya al frente de la gran casa de campo, se escuchaban unas risas muy numerosas y a la vez, muy escandalosas. Por supuesto que el niño, muy curioso, y animado por la Verada y el Pabilo, se acercó al viejo depósito, el lugar de donde salía el ruido de las risas y fue así como divisó a lo lejos en un rincón, a la Sábana Vieja y al Papel de Seda que esta vez estaba más triste. Las voces burlonas exclamaban: “¡dizque volar, ja,ja,já,...¿Cómo un trapo viejo, y un pedazo de papel van a volar hasta tocar el cielo?, ¡ja,ja,já!... “¿Cómo van a saludar a las nubes de algodón, y como van a estar junto con las aves de colores?..¡ja,ja,ja,!, Están locos, ¡Están locos los dos!...”.
Cuando el niño abrió la puerta del depósito y entró, todos los trastos y peroles que allí estaban callaron de repente, no así la Sábana Vieja y el Papel de Seda que lloraban desconsolados y tristes porque los demás amigos hacían algo que no se debe de hacer, se burlaban de los sueños de los demás, es decir del sueño de poder volar que tenían ambos. El niño se acercó a la Sábana Vieja y al Pedazo de Papel de seda y les preguntó: “¿Porqué lloran ustedes?”, y estos, casi a la misma vez respondieron: “Porque los demás se burlan de nosotros”.
El niño interrogó de nuevo -“ ¿y eso porqué?.- Le respondió la muy desgastada Sábana: “bueno, porque queremos volar y tocar el cielo, y no lo hemos conseguido...”. Agregó el Papel de Seda, “y, porque ellos piensan que, por ser viejos, ya no servimos para más nada”. Luego de esto, rompieron a llorar de nuevo la Sábana Vieja y el Papel de Seda.
He aquí entonces, la Verada y el Rollito Pabilo, se dirigieron a nuestros dos desconsolados amigos que lloraban muy afligidos: dijo el Pabilo: “no lloren, nosotros también estuvimos tristes porque queremos tocar el cielo y saludar a las nubes de algodón”; agregó la Verada: “Es verdad, a mí me derribó el viento cuando me elevaba y me elevaba, creciendo para poder tocar el cielo; sin embargo, ahora estoy muy alegre porque tengo dos nuevos amigos que comparten mi sueño: el Pabilo, y el niño, quien es muy bueno”.
A partir de ese momento se había formado un grupo de muy buenos amigos, el Pabilo, la Verada, la Sábana Vieja ; el Papel de Seda y el niño, los cuales estaban felices, tal vez porque compartían un hermoso sueño como lo era el de volar y poder tocar el cielo, además tenían otro sueño: ganar muchos amigos y pasar alegres momentos juntos compartiendo la alegría de vivir.
Un buen día, bajó del cielo un angelito el cual estaba paseando por el bosque, y en uno de los caminos, avistó al niño quien se hallaba jugando muy entretenido con sus amigos, como todos sabemos, los niños pueden hablar con los ángeles, con algunos juguetes, y con algunos objetos con los cuales los grandes jamás pensarían hablar.
El ángel se acercó al niño, y notando que su alegría no era completa, le preguntó: “¿Porqué estás tan alegre?”- el niño respondió- “Porque estoy jugando con éstos mis amigos”; el angelito le preguntó entonces: “¿No tienes otros amigos, pero, que sean niños?”- a lo que el niño replicó: “En verdad estos son mis únicos amigos, pero, en verdad desearía tener muchos amigos que fueran niños como yo”.
El angelito le dijo al niño: “Tú podrás tener muchos y muchos amiguitos, si tus compañeritos, con cuales juegas, se unen, y aprovechan al viento, no sólo cumplirán el sueño de cada uno, sino que cumplirán el sueño de todos...todo está en la unión, en que se unan inteligentemente”. Dicho esto, el angelito se elevó al cielo y quedaron solos el niño, el Pabilo, la Verada, la Sábana Vieja, y el Papel de Seda.
Nuestros amiguitos no salían de su asombro, de hecho, duraron unos segundos sin emitir palabra alguna, y todos tenían su mirada fija en el cielo, como tratando de ver hacia dónde podía haber subido aquel bello angelito de color canela que les había dejado aquella especie de mensaje secreto.
Todos se preguntaban dentro de sí cómo harían para que el niño tuviese muchos amiguitos niños y niñas, y cómo habrían de hacer para cumplir el sueño de volar y tocar las nubes. “¿cómo haremos?” – el niño cavilaba – “ ¿Porqué el angelito diría que todo está en la unión?”... y el Pabilo le dijo: “¿Tú no sabes que en la unión está la fuerza?”... Agregó la Sábana Vieja – “Cuando todos nos unimos, podemos lograr los más grandes y bellos sueños”. Dejaron de pensar en el asunto por un instante y en una gran muestra de alegría; reían y cantaban unidos por la fuerza de la amistad.
Un día en el que todos nuestros amiguitos jugaban alegremente en el bosque, encontraron a la brisa que se hallaba con un enojo tal, que ésta comenzó a soplar muy, pero, muy fuerte... ¡Y mire!, era tan fuerte su soplo, que comenzó a arrastrar a la Verada, a la Sábana Vieja, al Papel de Seda, y al Rollito de Pabilo. Al niño no lo podía arrastrar porque era más grande y pesado que los demás compañeritos que con él jugaban.
La Verada, que se podía partir con lo fuerte del viento, en esta ocasión se rompió en tres pedazos, no solía dolerle el hecho de quebrarse, pero, gritaba asustada por el hecho de que el viento pudiera alejarla para siempre de sus demás amiguitos. El Papel de seda – por otro lado – quiso proteger a la Verada, para que ya no se partiera más, así que la envolvió dentro de sí.
La Sábana Vieja también quiso sujetar a la Verada y al Papel de Seda para que el viento no se los llevara, así que los sujetó en un extremo, pero, era tan vieja que se desgarró en tiras.
Una de las tiras de la Sábana, presa de la desesperación, se sujetó muy fuertemente a uno de los extremos del curtido Rollito de Pabilo. En el acto, el Rollito de Pabilo se fue desenrollando y desenrollando, hasta que, desesperado, el niño agarró la pequeña pelota que formaba el Rollito de Pabilo, el cual aún daba vueltas y vueltas, mientras que iba siendo desenrollado y llevado por el fuerte viento.
La Verada cubierta por el Papel de seda; el Papel de Seda sujeto por las tiras de la Sábana Vieja, y el Rollito de Pabilo sujetándolos a todos ellos, ¡se hallaban ahora en el aire, volando!, el viento soplaba y soplaba, queriéndose llevar a todos nuestros amigos, pero no se los terminaba de llevar porque el niño sujetaba al Rollito de Pabilo por el segundo de sus extremos de manera que se armó una especie de cadeneta la cual dependía del niño. Es decir, si el niño llegaba a soltar al Rollo de Pabilo, entonces todos serían llevados por el viento, y se perderían para siempre.
El viento luego de un largo rato queriéndose llevar a nuestros amiguitos, cesó en su intento, y siguió su camino un tanto más calmado, y se convirtió de nuevo en suave brisa. En pocos segundos, la Verada, el Papel de Seda, la Sábana Vieja y el pabilo, cayeron al suelo... ¡ Aún no salían del susto!, Estuvieron a punto de ser separados y de no verse nunca más. El niño, luego de pensar por unos instantes, exclamó: “ ¡ Lo tengo, lo tengo, lo tengo!; y todos los demás amiguitos se interrogaban: “¿ qué será lo que tiene?”...
El niño le preguntó a la Verada: “¿Te duele cuando te parte el viento?”, a lo que la Verada respondió que no; acto seguido, el niño preguntó lo mismo al Rollito de Pabilo el cual respondió que no sentía ningún dolor al romperse. Cuando le preguntó a la Sábana Vieja, si ésta sentía algún dolor al romperse ella le respondió: “Sólo cambio de forma, pero no me duele nada cuando me rompen”.
El Papel de Seda, muy orgulloso, exclamó: “ Yo tampoco lloro, ni me duele cuando me rompen, ¡ yo soy muy machito!”. El niño entonces manifestó: “¡ Qué bueno, que bueno!, entonces la idea funcionará... ya sé como los voy a unir y aprovechando al señor viento, ¡ustedes tocarán las nubes en el cielo!.
Entonces el niño, comenzó a enrollar de nuevo al Rollito de Pabilo que estaba regado por el piso; recogió al Papel de Seda, a la Sábana Vieja y a la Verada que estaba partida en tres pedazos se dirigió a su casa de campo para darle forma a su idea.
Con dos de los pedacitos de la verada, armó una letra equis “X”, y el tercer pedacito de la verada lo cruzó entre la equis “X”, para armar de esta forma una especie de asterisco “ * “, a este asterisco lo bordeó con pabilo quedando encerrado en un cuadrado bastante perfecto. Acto seguido, tomó al Papel de Seda; y, utilizando un poco de pegamento, forró a la Verada con el Papel de seda armando un hermoso recuadro de papel de color rojo, porque ese era el color del Papel de Seda.
Cortó el niño, dos pedazos del Rollito de Pabilo, y los unió a dos extremos superiores del cuadrado amarrándolos firmemente, un tercer pedacito de pabilo lo amarró desde el centro del cuadrado para luego formar una especie de triángulo de manera que ideó lo que ahora llamamos “frenillos”.
Un cuarto pedazo de pabilo más largo cortó el niño, y cada extremo lo amarró a los extremos inferiores del cuadrado, de tal manera que en el centro, con un nudo, sujetó a la Sábana Vieja, la cual parecía la cola de un cometa atada al hermoso recuadro rojo, por el color del Papel de Seda. El dibujo de la idea del niño es el siguiente:
Con toda la armazón que había realizado, en una tarde soleada, el niño subió a una verde colina y esperó que pasara el viento, ¡ Y mire!... el viento esta vez algo amable, comenzó a elevar y elevar a nuestros amiguitos alto, alto, alto ¡Muy alto!.. y fue así entonces como, al fin, la Verada, el Papel de Seda, la Sábana Vieja y el Rollito de pabilo, lograron llegar al cielo, ¡Y acompañaban a las aves cantoras, y podían tocar las nubes!.. además conocieron a un nuevo amigo, el Arco iris.
Los trastos en el ático, comprendieron que aún los sueños más increíbles pueden hacerse realidad, esta vez reían, pero por la alegría de ver la felicidad de nuestros amiguitos soñadores: la Verada; el Rollito de Pabilo; el Papel de Seda y la Sábana Vieja.
El niño, ahora reía, y era muy, pero muy feliz, sus padres estaban muy contentos, porque el niño había inventado un singular “juguete”, el cual servía para distraer aún a los más adultos; es más, ellos jugaron también con el nuevo invento. Algunos niños del poblado, al ver volar el nuevo juguete, curiosos se acercaron a nuestro amiguito para aprender a fabricar el nuevo juguete y juntos hacerlo volar en los días de viento.
El invento volador, hasta ese momento no tenía un nombre que lo identificara, pero un día, cuando el niño lo volaba, luego de hacer sus tareas de la escuela; un pequeño pollito. Al ver el color rojo del invento, y notar cómo movía su larga cola, creyó que era su papá el que volaba y comenzó a pillar, exclamando: “¡Papá Gallo, Papá gallo..!”. Entonces los demás niños comenzaron a reír, porque el pequeño pollito creía que ese genial invento era su papá, un gallo...
Ahora, por ese simpático hecho, los niños decidieron ponerle el nombre de “PAPAGAYO”, a el invento de nuestro amiguito. En los meses de febrero y marzo, cuando soplaban fuertes vientos, todos los niños salían de la escuela gritando: “¡Vamos a volar ‘papagayos’”. Acto seguido, subían al bosque a buscar las veradas, buscaban el papel de seda, la sábana vieja, y el pabilo, y así, guiados por el dibujo que realizó el niño, hacían muchos papagayos.
Haciendo papagayos y luego echándolos a volar, los niños se unían y se unirán, para una de las más hermosas diversiones que se haya inventado: ¡ volar papagayos!............. FIN...............................